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Foto del escritorCristina Requena Villalba

Crónica de un concierto de música clásica


Como organizar un concierto de música clásica y no morir en el intento.


Decía alguien “un viaje empieza con el primer paso...”


Hay algo especial en la organización de un acto cultural. A ver si lo cuento bien…


Surge una idea, la comentas con alguien afín (llámalo Edu, llámalo como quieras llamarle), la vas “redondeando”, escribes una lista de cosas (miles listas de cosas), empiezas a hacer llamadas (mejor whatsaap que es gratis), cuadras temas, cronogramas tareas… Y todo mola porque es estimulante, muy estimulante. Unos artistas por aquí, unos compañeros de fatigas por allá, y todo el mundo entusiasmado con la propuesta, porque ya se sabe, el arte y la cultura, si te gustan, te entusiasman.


Ir a un espectáculo (llámalo concierto, llámalo teatro, llámalo cine, llámalo expo, llámalo recital poético, llámalo danza, llámalo como quieras) es como ir de viaje, comprar una entrada es como hacerte con un billete de avión, y entrar en una sala es como cruzar una frontera. Algo va a emerger, verás cosas nuevas, escucharas un idioma desconocido, probarás nuevos sabores… lo mismo que ir a un concierto, al teatro, al cine, a una expo…


Y tú, como programador, organizador y ejecutor de este acto cultural estás de subidón porque si tu gestionas bien, tu público tendrá una experiencia única e irrepetible que disfrutará y podrá explicar a otros. No se trata de algo que compren y guarden en un cajon, es mucho más que eso, porque la experiencia no se ve, no se toca, pero se siente, y no hay huella más profunda que la que se filtra en nuestro ánimo.


Y para gestionar bien… tienes que correr bajo la lluvia con 65 sillas, de 4 en 4 porque tus brazos no dan para más, conseguir que un piano de metro cincuenta por metro ochenta pase  por una puerta de noventa (por cierto, gracias a la gente de PIANOMET, un 10 para ellos y su eficiencia), fotocopiar 65 programas en una oficina sin electricidad, colocar 65 copas de cristal en orden exquisito y apto para niños, rogar a tus amigos del alma que lleguen los últimos para colocarse en el gallinero y dejar que el resto de público tenga mejor sitio, suplicarle al universo que el día del concierto a Indra no le de por derramar lágrimas desconsoladas (vamos, que no llueva, aunque sabemos que esto es misión imposible, es l’Ascensió, y todos conocemos la maldición de l’Ascensió)


Y casi acabas exhausta porque ha sido duro, muchos días pendiente de esta cita en la que has pasado de la euforia inicial al agotamiento total. Porque una cosa es ser gestor del MNAC que tus responsabilidades son infinitas (presupuestos, programación de actividades, gestión RRHH...), pero otra cosa muy distinta es ser gestora de una Galeria de Arte de provincias, donde tienes las más mismas responsabilidades que el super museo (aunque a una escala mucho menor naturalmente, pero al final, las mismas) pero es que además, has de ser también la eficiente administrativa, la técnica generadora de ideas, la operaria de montaje, la chica de mantenimiento, la glamorosa presentadora del evento, la community manager, la chica de premsa… “La fama cuesta” decía Lydia Grant. Cuáaaanta razón…


En fin, que a pesar de todo, el concierto salió. Y salió muy bien. Está feo que lo diga yo, ya, pero es que fue un éxito! Todas las localidades vendidas días antes de la cita, Mariona y Eudald estuvieron brillantes, los sponsors  fueron generosos,  la familia Creu Roja perfecta (socios, voluntarios y técnicos que se apuntaron al evento para hacerlo grande), y sobretodo, ese público nuevo y desconocido para mí que se ha acercado a la sala por primera, segunda o tercera vez, y han estado ahí, entrada en mano, dispuestos a participar en una iniciativa social y abiertos a disfrutar del arte que Artemisia les ofrece.


En fin, estoy contenta. No puedo decir más. Bueno si, GRACIAS.


PD. Después de uno de estos eventos nada mejor que una cañita y un bikini de queso (que para eso eres vegetariana) con los coleguitas, que como siempre, sois un diez chicos. Por si alguien que estuvo en el concierto y lee esta entrada  quiere poner cara a “los coleguitas”, son los de detrás, los que se quedaron sin silla, la taquillera, el fotógrafo, los recoge-copas, los coloca-sillas… ellos son así…


Mariona Camats (violoncel) · Eudald Buch (piano)

Crónica en imágenes aquí:

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