Tengo un rato y recupero el gusto por las palabras y compartir ideas en esta bitácora.
Escucho de fondo Santi Balmes cantando aquello de “Debe haber otra forma de vivir”. Versos que escuchábamos por primera vez en verano 2019. Hablaban de reciclaje, cambio climático… aiiii si nos lo cuentan en aquel ya lejano agosto que, si o sí, tendríamos que adaptarnos a otra forma de vivir…
Cierro el año con un montón de preguntas. Les digo, no tengo la menor idea de hacia dónde nos dirigimos. Un amigo dice que todo está perdido. Me deprime cada vez que me visita en la sala. Sin embargo, no puedo negar que mi yo más terrenal piense que algo de razón tiene.
Ahora suena esa chica, Suu, que se ha pasado el verano 2020 cantando aquello de “Papara papara papara papara pa pa papara paparaa” y que le canta a la esperanza, a las ganas de disfrutar de una cañita bien fría, aun sabiendo que todo es complicado, anhela una vida más dulce.
Sí, yo también. Quisiera, porque el desear no tiene límites, una época donde la pobreza estuviera erradicada, imperara el buen gusto y la gente comprara mucho arte en las galerías.
Mr. Kilombo habla en “Cabecita loca” de ir donde te lleve el viento y atreverte a ponerlo todo patas arriba. Pero al final una gasta mucha energía en eso, será por ello que el tipo te invita, aunque sea solo un rato, a que te detengas, te sientes en el suelo y permanezcas.
Y eso es más o menos lo que me decía otro amigo hace unos días. Me contaba la historia de un explorador que de camino al Everest se ve inmerso en una tormenta, se está quedando sin fuerzas y decide detenerse a descansar, planta la tienda y tomarse un café. No renuncia a la cima, sólo está recuperando fuerzas para abrazarla un poco más adelante, con más garantías.
Cada una de las canciones que voy escuchando me remiten a una realidad concreta, porque al final, el arte es un reflejo de lo que nos pasa. El cine, la literatura, también la plástica, ¿acaso alguien duda que los artistas son individuos que viven en el planeta tierra como el resto de los mortales? Y por eso también compran en el supermercado, pagan facturas, disfrutan de las vacaciones… En fin.
Escuchaba en las noticias que las universidades se han puesto en marcha pero las escuelas de danza no… ¿Qué les pasa? Y esta vez no pienso utilizar el plural mayestático. Yo no estoy en ese colectivo de huérfanos emocionales, sin un ápice de sensibilidad en las venas, incapaces de reconocer la importancia del arte y la cultura para el bienestar de los individuos… Sin hablar de que el arte y la cultura, si, también son una industria. No lo ven. O no lo quieren ver, no lo sé.
Terminaré con “Estamos mal” de Stay Homas, porque estamos fatal, pero oye, se ve que al final “no estamos tan mal”, eso dicen en el último verso… Que sé yo, les decía al principio, tengo un montón de preguntas y ninguna de ellas tiene respuesta.
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