Se conoce que el tema no está agotado ni de lejos. A propósito de la anterior entrada sobre la belleza surgieron algunas conversaciones, alguien me escribió algo al respecto… Veamos (leamos) pues.
Cito literal algo que me hizo llegar Pilar Perdices (artista, docente, formada en psicóloga):
Y Pilar Perdices opina (escribe ella y lo hace en tercera persona, me encanta) que lo bello y lo verdadero van de la mano. No hay belleza si hay falsedad en la interpretación. Y sea música, poesía, cine, teatro, arquitectura… A modo de ejemplo: Un color equivocado, una forma discordante, o un tono que chirria con el conjunto, una frase inadecuada para el contexto, una manera demasiado fácil en la solución, una frase que no encaja gramaticalmente, un personaje que dice algo fuera de tono, unos versos que no suenan a autentico sentir, una canción que no nos conmueve porque lo que dice es demasiado sabido y repetido. Escribió Arthur C. Danto (filósofo, crítico de arte) un artículo titulado “¿Se acabó la belleza en el arte?” Aquí van algunos de los pasajes del texto (un poco largo lo sé, pero merece la pena, si eso lee en diagonal y ya está, pero vamos, yo te recomiendo todo):
Hay buenas razones para no dar por sentado que el arte actual tiene que contener belleza. La gran revolución pasó hace casi un siglo. Los artistas de vanguardia politizaron de un día para otro el concepto de belleza hacia 1915, más o menos a mitad del camino en el período del readymade de la carrera de Duchamp. Fue un ataque a esa relación interna que siempre ha tenido el arte y la belleza. Abusar de ella, en el sentido de vejarla, ultrajarla, pasó a ser una acción para disociar el arte de una sociedad que los artistas despreciaban. (...) Los artistas se negaron a someter su trabajo al gusto de una clase dominante que había llevado a la carnicería que fue la Primera Guerra Mundial. (…) Picasso, por ejemplo, con el Guernica, quería la antítesis de una obra bella y se exhibió exhaustivamente para reunir dinero para las causas antifascistas.
(…) los 90, en que se empezó a hablar de cierto retorno de la belleza como el tema clave de la década. Fue prematuro pensar que “la belleza puede volver”. (…) Los artistas desafiaban los límites de lo social, el sexo o la raza. Aquellas obras querían cambiar el modo en que pensamos y actuamos frente a las injusticias. Recuerdo a Sue Williams con una instalación sobre la discriminación a las mujeres. Incluía una piscina harto realista de vómitos de plástico, que generaba repugnancia y que expresaba, seguramente, el asco de la artista por los hombres en tanto que opresores sexuales. Hubiera sido un error artístico embellecer contenidos como éste (…) El objetivo de estos artistas es cambiar la actitud moral de la gente y la belleza se interponía en el camino.
En la filosofía del arte lo sabemos. El discurso de la redención estética nos asegura que, tarde o temprano, todo arte nos parecerá bello, por feo que se muestre al principio. Alguien me dijo que había encontrado belleza en los gusanos que infestaban la cabeza de vaca, cortada y en visible putrefacción, puesta en una vitrina por el artista británico Damien Hirst. No puedo evitar sonreírme al pensar cuál no sería la frustración de Hirst si la opinión de esta persona la compartiera todo el mundo. La repulsión, la abyección, el horror y el asco son hoy categorías estéticas tan válidas como lo sublime en el siglo XVIII. Que no nos cueste reconocer como arte la cabeza de vaca gusanada de Hirst demuestra lo lejos que estamos de la estética dieciochesca y lo rotunda que fue la victoria de la Vanguardia intratable.
Hizo falta aquella energía para abrir una brecha insalvable entre el arte y la belleza, antes impensable, y hoy fundamental para entender el arte contemporáneo. Si antaño era una necesidad, hoy ha desaparecido del discurso artístico. La belleza apenas importa, es tan sólo una opción. Lo que importa en el arte es el significado, y si hay belleza es porque contribuye a éste. La belleza sólo podría volver a ser lo que en arte fue si se produjera una revolución, no sólo en el gusto sino en la vida misma. Una revolución política; cuando las mujeres disfruten de igualdad, cuando las razas vivan en paz, cuando la injusticia haya desaparecido de la faz de la tierra... Pero yo no puedo renunciar a un mundo sin belleza. Sería como imaginar la vida sin bondad.
Guillermo De Angelis (fotógrafo, formado en filosofía y en arquitectura) no se quedó indiferente ante las palabras del Sr. Danto:
Dar por sentado que el arte actual tiene que contener belleza es tan equívoco como decir que toda forma de expresión es arte.
Salvando las distancias entre Picasso y Damien Hirst, debemos considerar que la forma de expresión, además de su significado, deberá contener cierto rigor en sus formas para que se convierta en un hecho artístico y no quede en un mero intento. Piotr Ilich Tchaikovski en la obertura 1812, no efectúa una salva de tiros al aire para conmemorar la Batalla de Borodinó. De ese modo, cabe esperar que todo retrete se convierta en museo en homenaje a Duchamp.
Si para recurrir a la belleza debemos esperar, como dice el Sr. Danto, a una revolución donde no haya contrariedades en la faz de la tierra, esperemos entonces a otras vidas. Es justamente en contestación que se intenta recurrir a ella como un descanso en el camino. Todo esto sin contemplar que es más fácil estar en desacuerdo con el mundo mostrando desechos que pintando el Guernica.
Me quedo con lo último del Sr. Danto: “Pero yo no puedo renunciar a un mundo sin belleza. Sería como imaginar la vida sin bondad.” A lo que agrego: no puedo renunciar al arte sin belleza (con ciertas excepciones magistrales de algunos iluminados)
Yo (aprendiz de galerista) insisto…
En el arte, la denuncia existe, y mal vamos si no es así, si los individuos no tuvieran a bien canalizar a través de sus habilidades un "grito alto y claro" de lo que anda desajustado a nuestro alrededor. Y eso amigos, no es excluyente ni desvirtúa el (parece ser) “arte pasado de moda”, aquel que aboga por un arte más contemplativo que te permita vivir la experiencia estética intensamente, si más.
Y permitirme que os sugiera que no os creáis toda la literatura que se redactada para explicar una de esas “obras denuncias” Demasiadas veces se ha visto que no son más que páginas vacías de contenido, redactadas por comisarios que intentan a toda costa justificar una trabajo cutre y feo. Y que no es arte. En esto estamos de acuerdo desde los sofistas, no todo es arte. Por ende, no todo a lo que llamamos arte vale.
Si, es muy fácil denunciar haciendo un reflejo vulgar de la realidad (una especie de juego de espejos) Sin embargo, como dice Guillermo (que también debe ser poeta) porque no abogar por la belleza en contestación “recurrir a ella como un descanso en el camino”
Y ahora ya empezaría a hablar del canon, pero eso lo dejo para belleza IV...
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